El capitán Miguel Ojo
Tuerto dio la orden: “¡Al abordaje!”Dicho y hecho, los bravos piratas
saltaron de sus puestos con gritos de guerra, sable en mano y cuchillo entre
los dientes. La tripulación del barco asaltado no se asustó al ver tan
amenazadora estampida. “¡Cañones a estribor!”, rugió la comandante Paula. Entre
varios sacaron de la bodega dos cestas repletas de munición y, a la orden de
disparar, una lluvia de proyectiles cayó sobre los desafortunados bucaneros
cuando estaban a punto de alcanzar su objetivo. Al ver a sus hombres caer como
moscas, Ojo Tuerto decidió ordenar la
retirada. Pero antes de que pudiese siquiera pronunciar una palabra, una voz
poderosa y autoritaria puso fin al combate de forma abrupta. “¡¿Pero qué es
esto?!” La madre de Miguel acababa de llegar de la compra y, desde el umbral de
la puerta, observaba atónita el desastre que habían organizado sus hijos. El
sofá había sido volcado y dispuesto a modo de fuerte, el suelo estaba
encharcado, y los niños iban armados con espadas de plástico y globos de agua.